Los Lakers se vieron 0-3 y 2-5 en el inicio de temporada, con la tremenda presión mediática que les rodea, para lo bueno y para lo malo, Magic Johnson apretando las clavijas de Luke Walton y LeBron James, lo dijo después, a punto de perder la paciencia que había prometido durante el verano. Ahora están 8-6, séptimos del Oeste y a medio partido del quinto, y con un calendario en teoría más accesible en las próximas semanas. Y, sobre todo, ya tienen uno de esos triunfos que pueden marcar un punto de inflexión, o al menos frenar cualquier amago de histeria: los Blazers cayeron en el Staples con claridad (126-117 final) y quedan 10-4. El segundo del Oeste ha perdido dos partidos de los últimos nueve, los dos contra unos Lakers que en sus últimos siete partidos solo han caído contra los Raptors.
Los sustos en su pista ante Mavericks y Hawks mantenían dudas, pese al ritmo alto de victorias, sobre cómo de mejores estaban siendo los Lakers a medida que avanzaban los partidos. Ante unos Blazers embalados despejaron buena parte de ellas, desde luego si es un partido sobre el que van a seguir construyendo. Su ataque sigue siendo más eficiente de lo que se podía esperar tan pronto, pero su gran crecimiento está siendo en defensa. Invictos desde la llegada de Tyson Chandler, los Lakers casi no juegan minutos ya sin pívots puros (con Chandler dando relevos a McGee) y crean muchos problemas con Lonzo Ball y Brandon Ingram en la línea exterior. Esta vez los Blazers solo anotaron fácil en el inicio: 17-27 muy rápido a triple limpio. Después, los Lakers ajustaron, reaccionaron, compitieron y jugaron a partir del segundo cuarto sus, seguramente, mejores minutos de la temporada.
Y todo, claro, a partir del mejor LeBron James del curso. Todavía no había sacado con la camiseta de los Lakers esa versión sencillamente superior al resto de jugadores del mundo con la que gobierna los partidos de cabo a rabo. Esta vez apareció, imponente, y dejó un estruendo de 44 puntos, 10 rebotes, 9 asistencias y 3 tapones con un 13/19 en tiros, 5/6 en triples y un 12/15 en tiros libres con 13/13 en la segunda parte, cuando los Blazers intentaron pararlo a golpes. Un par de ellos, francamente feos.
Esa versión de LeBron hizo crecer a todo el equipo. Muy bien Lonzo (11+6+3, buena defensa, tres triples…), muy bien Ingram (17 puntos, 4 asistencias, a un poco de puntería de estar espléndido), muy bien McGee (20 puntos, 9/12) y muy bien, era una asignatura pendiente, la segunda unidad, con buenos minutos (noticia) de Rondo y Stephenson juntos y la confirmación de que, aunque tarde, Kentavious Caldwell-Pope ha aterrizado en la temporada (13 puntos, 3 triples). La pena es que, cuando empezaba a dar mejores sensaciones tras un mal inicio de curso, Rondo se fracturó una mano y estará varias semanas de baja.
Los suplentes contuvieron sin problemas, y con LeBron descansando, los intentos en el inicio del último cuarto de unos Blazers poco eficaces en ataque y flojos en defensa. Un discreto partido que puso muy nervioso a Nurkic (21+14), que se dedicó a meterse en charcos, y en el que Lillard (31+8+11) y McCollum (23) anotaron pero lo hicieron con muchos tiros (43 entre los dos).
LeBron, además, dejó atrás a Wilt Chamberlain, noche redonda, y se colocó quinto en el histórico de anotación: 31.420 puntos por los 32.292 de Michael Jordan (a 867 ahora), los 33.643 de Kobe Bryant, 36.928 de Karl Malone y, la última cima, los 38.387 de Kareem Abdul-Jabbar. Otro motivo para sonreir en una noche muy feliz para los Lakers, la que seguramente haya marcado el final de la inestabilidad del arranque de temporada. Parado ese golpe, lo que venga ahora, bueno o malo, será otra historia.