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Stephen Curry, la mezcla entre realidad y magia

Stephen Curry es el ejemplo más reciente de realismo mágico que nos podemos encontrar. El base de los Golden State Warriors ha convertido lo mágico, algo que fluye sin fisuras, en lo real, intensificando (de esta manera) el efecto que producen ambos. A base de trabajo y esfuerzo ha hecho de lo real algo ilusorio, y de lo fantástico algo real.

Es cierto que es un movimiento que se ha ido cociendo poco a poco, pero que (actualmente) se encuentra en su máximo esplendor. Como si de un contorsionista se tratase, el dos veces MVP de la NBA, ha modificado la forma de jugar y con ayuda de los Warriors ha creado una dinastía que será eternamente recordada. Es por eso que asombra el debate que surge alrededor de su figura y los muchos herejes que cuestionan su valía.

Palabras como sobrevalorado se quedan muy pobres cuando te pones a analizar el impacto que ha tenido en la NBA los últimos cinco años. Es cierto que su explosión es tardía y que luego es acompañada por un monstruo como Kevin Durant, pero los méritos de Curry son para considerarlos como tal, maravillosos. En plena era del físico y los jugadores atléticos ha conseguido imponer su técnica, su manejo del balón y su tiro de tres… a su antojo.

¿Ha cambiado el juego Stephen Curry?

Bueno, realmente Stephen Curry es una pieza que está contribuyendo a una evolución constante que está viviendo el baloncesto. En este tipo de casos siempre nos encontramos un ‘Paciente #0’ es decir, el momento exacto en el que todo cambió y nada fue como antes. Para ello nos tenemos que remontar al partido entre los Oklahoma City Thunder y los Golden State Warriors, probablemente el día en el que la magia y lo real han estado más juntos que nunca.

Stephen Curry subía la bola con seis segundos para el final. El base ya había anotado 11 triples esa noche y ya había superado su propio récord de triples anotados en un partido. Antes, se había marchado del partido por un dolor en esos malditos tobillos que tantos problemas habían dado años atrás. Pero ese día no era para pensar en sus articulaciones, Stephen Curry, lanzó uno de sus triples imposibles y acabó dentro. A unos 37 pies del aro demostró, una vez más, que no conoce de rango de tiro y que el único verbo que puede conjugar es el enchufar.

Como impulsor del realismo mágico, noche tras noche, ha demostrado que uno se puede salir de lo común y crear su propio camino. El ‘30’ de los Warriors ha hecho que los niños quieran ser como él. Ha convertido el tiro de larga distancia en una religión que predicar, amar y respetar. Sin embargo, no solo los niños han adoptado esta tendencia de lanzar a 27 pies de la canasta. Los datos dicen que se ha pasado de encontrar 1.880 tiros de larga distancia (2009-10) a los 3.067 de la temporada en la que obtuvo su segundo MVP.

Unos números que revelan que el juego está cambiando. De ahí que surjan alocadas teorías que invitan a poner una línea de cuatro puntos o esos rumores que decían que los Sixers entrenan sin línea de tres puntos. Lo que es una realidad, es que el hecho de tener un jugador que es una amenaza exterior cada vez que pisa el campo contrario, genera una inquietud a la defensa que puede rozar la histeria. Además, esto ayuda a que se generen una cantidad de espacios en la pintura insólitos y un desgaste al defensor de turno aterrador.

 

Los Warriors, ciegos sin Curry

Uno de los problemas que ha tenido el MVP, es que el hecho de tener a su lado a Kevin Durant quien ha eclipsado mucho su rendimiento. Son muchas las barbaridades que se ha perdido la NBA por hecho de que Curry y Durant compartan vestuario. Pese a esto, los últimos acontecimientos demuestran que la dependencia que tienen los Warriors a Curry es mucho mayor de lo que algunos pensaban.

La simple presencia de Curry hace pasar a los Warriors de ser una auténtica trituradora de equipos a otorgarles cierta vulnerabilidad. Un hecho que no desprestigia a Kevin Durant, uno de los mejores anotadores de toda la historia, sino que ensalza del valor de un jugador al que se le fue retirada la condición de primera espada de su equipo. Desde el comienzo de la ‘Era Steve Kerr’, los Warriors han ganado 254 partidos y han perdido 47 (siempre que haya jugado Curry). Sin embargo, sin la estrella de los Warriors, los números bajan a 22 victorias y 22 derrotas. Datos que sirven para contextualizar la influencia de un jugador que lo es todo a la hora de cambiar partidos y destrozar dinámicas.

Si nos ponemos a analizar su influencia teniendo en cuenta las estadísticas avanzadas, su figura se engrandece todavía más. El ritmo de juego que imponen los Warriors hacen de Stephen Curry un jugador letal en tareas ofensivas. ‘Cheff Curry’ está promediando este año 29.5 puntos, cinco rebotes y 6.1 asistencias. Números que lo colocan en la carrera por el MVP y que desvelan que es capaz de hacer monstruosidades pese a estar rodeado de estrellas. Cuando él está en cancha, los Golden State Warriors, anotan 119.6 puntos por cada 100 posesiones, un registro demoledor que viene unido al 49.2% en triples, lanzando (mínimo) diez cada noche.

Cuando enfocamos los números al on/off de Steph, nos damos cuenta que su influencia en el juego va mucho más allá de los triples. Curry es capaz de anotar, ser foco de atención de la defensa y repartir juego a sus compañeros. Los de Golden State tienen un offensive rating 122.8 cuando él está en pista, pero cuando se encuentra descansando este registro baja hasta los 107.9 puntos. Marcando de esta manera una diferencia de 13 puntos.

De esta forma hay que tildar de absurdo todos aquellos comentarios que intentan desprestigiar la figura de un jugador que ha marcado un antes y un después. El único pero que se le puede poner a su carrera es su tardía explosión y su ausencia a la hora de remar cuando el viento soplaba en contra. Hecho que no le priva de ser considerado uno de los mejores bases de la NBA actual, o incuso, el mejor. Dejando a un lado las tendenciosas e inadecuadas comparaciones con Jordan, solo queda disfrutar de un talento único y pocas veces visto en la NBA. El ‘30’ de los Warriors es, sin duda, uno de los mayores talentos ofensivos que los ojos humanos podrán ver.